Una vez que se ha entrado en el cuarto, lo que resta es la indefinible tendencia de tratar de encontrar caras en las paredes. Y entonces tratar de hacer malabares con los ojos hasta el hastío. A menudo se encuentran objetos de la más variada complexón entre estas fantásticas orografias impresas en la puntualidad de una grieta en la pared o la textura rugosa del acabado con que los cuartos fueron dejados la última vez que un albañil visitó el lugar. Es el caso de un vecino cercano al otro lado de la escalera, porque todos vivimos en el edificio y corremos por los pasillos conectados por esa escalera frondosa hecha de fierro: Una tarde la descubrió en un rincón cerca del escritorio. La encontró tan placenteramente bella que decidió guardarla para sí. Así que comenzó por dibujarle un contorno, una línea trazada al principio con cierto nerviosismo, por el lado del cachete. y siguió de frente con el ojo, que en la sombra de la noche insertada a través de la ventana, parecía uno muy furioso. Aún continúa creando su sueño. Mi vecino piensa que es una mujer hermosa la que aparece cada vez que una sombra le talla el cuerpo, él la mira y quizá necesita dibujarla para no olvidar. Quizá su mujer aparezca un día.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario