¿Escribir?





"... tratar de saber lo que uno escribiría si escribiera"








miércoles, 26 de septiembre de 2007

The end of love

Por esas situaciones hacinadas, ese vértigo de vida chocarrera, puesta en labios y sexo de cada piel vertebrada; aquel efecto de luces, olores, y demás nos seduce con la idea de cometer el crímen de olvidar.
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Un dolor parecido a una niña enterrada, de vez en cuando se aparece en esta locura blanca extendida por los poros. Punza, nos hace recurrir a una vieja estratagema: el grito.
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Los ojos se hacen menos. Las manos se van. Desaparece el miedo, y la pregunta se suspende por unos instantes.
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Queda un volver, incierto, oculto en un truco de ajedrez.
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Debido a él, los secretos parecen nuevos otra vez, lustrosos, hacinados.
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Puestos otra vez a amar, despechamos lo demás. Con el pretexto simple que mira desde el escalón del tiempo, sin sentir, sin regresar (aún desde el ahora).
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¡Gelman qué haremos muertos, para poder niñar!.

domingo, 16 de septiembre de 2007


Así sucede. Porque la verdad, bueno no es que crea que las cosas se digan de una sola vez y ya está, todo se ha dicho, hoy me he tomado mi café y el sol se ha ocultado. Pero es conocida la audacia con que se nos desparrama la realidad antes de que demos un solo paso en su alcance. Ahora mismo me veo con ternura porque se me ha olvidado que es lo que me trajo hasta aquí, casi como una contradicción, a escribir frente a un espacio, una coma, un silencio. Y es posible que ese sea el truco, afinar garganta, ensayar puntería, para luego sacar en cuentas que hay que volver a hacerlo.

lunes, 3 de septiembre de 2007

De eso que llaman babosa

Entonces llega una lentitud que se vuelve algo difícil de explicar. Algo sucede con las palabras que, pronto se hacen toscas, se ensanchan como un río profundo y se adieren a las paredes del cerebro que poco a poco se aloja en un costado de la ropa, se escurre por las hendiduras del cierre y cae en un hueco por debajo, llenándose de pelusa que es un problema despegar.

-cuantos años tienes-
-los sufcientes como para aprender a jugar, por favor no me dejen fuera, que quiero también brincar-

La última resistencia, luego un lento deponer el peso de la razón. Ahora sobreviene una locura que no conviene tratar porque kdiosdfñsdfjañdfdjf dfsñddijdfijña.

como a maría rita

me estás dejando demasiado poco, demasiado loco. y ahora cómo gritar, si está todo atorado como un nudo en la garganta, nacido de las telas urdidas de tu afán, por dejarme tan loco, dando tan poco... que más pensar, con que temor arrivar, si en la espera de tanto tengo la necia costumbre de tan sólo esperar. y mejor porque lo sabes, mas, peor es que no estás, sino en el lado tibio del río, al que sabes que no he de llegar. por que tengo los brazos tan cortos, a causa de querer reventar. y ya lo sabes, habré de volver... hasta alguna parte, en la esquina de la gran ciudad, o en la tibia cobija del puente, a los que voluntariamente y con ese ánimo, siempre faltarás.

domingo, 2 de septiembre de 2007

de esos tiempos emigrantes

Enlodándose en este tema de lo que es cuestión de vida o muerte, y de lo que no, se me presenta ahora la oportunidad de referir una historia sobre un coquero.


Aparentemente uno desconoce las necedades hasta las que se puede ascender en un rápido parpadeo mientras se descubre que han sido demasiadas las palabras que han quedado atoradas en la garganta esperando coludirse con el sentido para poder comunicar, ensordecidas por esa viscocidad en la garganta media, que por supuesto es un monstruo.


Resulta pues que un buen día encontré caminando a la sombra de la tibia noche, a una mujer que tambien andaba con su paso de hombros de péndulo y estampa de marley.


No se espera impacientemente; primero se encuentra, se admira y luego sin saberlo se quiere más. Luego es que viene terca la impaciencia.


Parapetado en el rincón de mi cadera, esperaba que algo se dijese o fuese directo al grano, pero mi boca hacía circulos con los labios y el aire era desconsideradamente sofocante cuando se tocaba el tema que además era ya bastante poco claro para entonces.


Ella, ascendía desde el montaje mismo de las palabras en la cabeza y formaba bellas complicaciones lingüísticas sensuales que continuaban su viaje hasta la realidad y se reventaban como burbujas en mi naríz, a sabiendas de esa incalculable comunicación con señas, cognados y besos. Ya se sabe la obstinada manera que los hablantes del español tienen de cargarlo todo a cuenta de un portugués al que se supone naturalmente igual por un reflejo de la lengua cuando se la escucha... llegan sorpresas y vueltas de tuerca, entonces es que la gente se entiende mal, o demasiado bien, sólo que no se da cuenta de ello sino hasta pasados los minutos, las horas o los días.


20 años después de los sucedido y aún salgo con prisa de huir de mi, a torturarme los ojos y el pecho con el recuerdo vivo de esa incapacidad voraz de lo que no se enuncia (de lo que no se ensucia).


Una necesidad de los arrecifes y las bugambilias.


Amar es como querer ir a vivir en un cocotero, palmera o coquero. Para morir de lado, junto a la playa.


En un intento, las palabras salen despedidas por esa acostumbrada voz que cada mañana despierta nombrando alguna mundanidad inhumanamente feliz, o tratando de recobrar los sueños.


Uno no habla impunemente de lo que quiere decir y no se atreve, es por eso que la cuestión reviste un esquema de incongruencia. Comenzar a hacerlo requiere exorcizar algunos demonios de los que uno espera toda la vida que no desaparezcan. Y acercándose un poco más, quizá no sea más que la tosquedad con que uno aprende a hablar con uno mismo lo que nos impide hablar con los demás.


Ella regresa cada vez desde esa honda oquedad que es la memoria y me dibuja círculos en la cara.

E uma brincadera brothr¡

pesquizas y esquizofrenias